jueves, 3 de abril de 2014

DIARIO DE UN DIFUNTO



Supongo que como había fútbol por la tarde, el sepulturero, con las prisas a la hora de enterrarme, había elegido el montón sin cribar.
Tendido boca arriba, aún no había terminado yo de contar las coronas, cuando las aristas de un chino mezclado con la tierra de la segunda palada,  terminaron por dañarme el ojo sano. Fue entonces cuando les perdí a todos de vista y por primera vez  tuve miedo  porque, aunque la batería de mi móvil estaba completamente cargada, mi estado era tan increíblemente  atípico que  no resultaba fácil hacer borrón y cuenta nueva.
Sabía que ya era demasiado tarde para rehacer mi vida y demasiado pronto para hacerme planes.
Cuando empezaron a llegarme los primeros mensajes supe que el fútbol había terminado y deduje,  por el texto de los remitentes, quién había ganado la final.
Luego,  repasé todas la ofertas que me llegaron del más allá, eliminé el correo no deseado y cambié mi foto de perfil.
A media noche, las vibraciones de las llamadas habían conseguido asentar la tierra y ya, con la nariz fuera y ligeramente aliviado,  pude olfatear cada recoveco de esa extraña dimensión que por el momento  se había convertido en mi nueva residencia provisional y que, pensándolo  bien,  no tenía nada del otro mundo, ya que carecía totalmente de cualquier  tipo de atractivo…

M.M.C.