jueves, 31 de mayo de 2012

JUAMPEROLAS EN LA AGENCIA TRIBUTARIA

Un hombre se quejaba ante el inspector de hacienda, pues iban a embargarle por un error en un recibo improcedente dirigido a su nombre, donde se le reclamaba una cantidad muy elevada por deudas pendientes.
El hombre discutía acalorado a través de la ventanilla, pero no había manera de convencer al funcionario de que él no era el contribuyente obligado al pago.
-¡Por Dios, yo no soy cirujano! –le decía- No poseo ninguna clínica. ¿Tengo yo cara de cirujano?
-Pues presente  un escrito y demuestre que no posee clínicas en propiedad ni tiene conocimientos de medicina.
-Pero hombre, mire mis manos…, yo trabajo en el campo…
-Ya. Eso lo dirá usted. Es lo que dicen todos. El recibo está hecho por un programa, son cuatro años de atrasos, caballero… y la ley dice que usted es cirujano mientras no demuestre lo contrario. Y no vuelva a levantarme la voz, que llamo a seguridad.
El pobre hombre se asustó y, agachando la cabeza, buscó la puerta de salida.
Pero en ese momento, el inspector, que procedía a efectuar la recarga de la grapadora, realizó una operación incorrecta mientras la manipulaba y hubo un fallo, desprendiéndose   el resorte del muelle,  con tan mala fortuna que le saltó a la cara y le vació un  ojo.
-¡Rápido, llamen a un médico! –gritaron algunos entre el revuelo- ¡Hay que salvar el ojo!
Y todas las miradas se dirigieron a la puerta.
Entonces, el pobre contribuyente que ya  salía, no tuvo escapatoria. Y girándose, al mismo tiempo que dejaba  caer la boina, dijo:
-De acuerdo. ¡Llevadle a mi casa y ponedle en la camilla!
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Manuel Macho Cruz

domingo, 20 de mayo de 2012

CONVERSACIÓN BAJO LAS ESTRELLAS


Pido perdón a Antoine de Saint- Exupéry, por haber tomado prestado un personaje de su cuento.


-Si me das una sonrisa te regalaré la mitad de las estrellas –oí decir a mi espalda-
-Si me enseñas a sonreír, seré capaz de venderte la otra mitad -contesté sin saber quién era-
-Hola –dijo la vocecita-
-¿De dónde has salido tú? –Pregunté al visitante-
-Te lo diré si me dibujas una flor.
-Los camareros no dibujan flores.
-Al verte de espaldas me pareció que  dibujabas.
-Solo estoy escribiendo.
-¿Qué escribes?
-Cosas. Escribo cosas.
-¿Es importante escribir cosas? Creí que eras camarero.
-Bueno, a veces los camareros atrapan pensamientos, se los guardan en los bolsillos y cuando tienen tiempo los desarrugan, los ordenan, los adornan y creen que se convierten en poetas.
-¿Qué son los poetas?
-Los poetas son como trozos dispersos de dioses rotos y enfadados.
-¿Y cuál es la diferencia entre los poetas y los dioses?
-Los dioses transforman a las fieras en hombres, si se dejan domesticar. Los poetas convierten  a las golondrinas sin plumas en pájaros suaves…
-¡Qué raro! ¿Quién desplumó las golondrinas?
-Haces muchas preguntas, estás alterando mi poema y todavía no sé quién eres.
-Debe ser complicado escribir un poema.
-Es fácil cuando se está cansado y se ha perdido la sonrisa.
-Podrías recuperarla si quisieras.
-A veces no se puede. A veces no se sabe. A veces no te dejan.
Si soy como soy, se lo toman como insulto. Si intento ser como quieren, creerán que les engaño. Si fuerzo la sonrisa, soy un hipócrita. No se puede ser auténtico y tenerlo todo. Podrán perdonarte que no sepas dibujar una flor, pero jamás comprenderán que tienes derecho a ser como eres.
-Imagino que para un  poeta debe ser triste vender cerveza.
-Es igual de triste que ver a un camarero escribiendo un libro.
-Tus clientes deben ser gente extraordinaria porque se necesita mucho arte para querer a un antipático y desgraciado camarero durante veintisiete años…
-¿Les conoces? Ellos vienen por cerveza  y un bocadillo, pagan  y se van pronto para no contagiarse.
-Aún  así, son muchos años…
- ¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes?
-¿Quién desplumó las golondrinas?
-¿Ves aquélla estrella?
 -La veo. Yo estuve allí. Dime quién desplumó las golondrinas.
-¿Por qué quieres arrancarme lágrimas?
-¿Por qué quieres huir? He venido a desnudar tu alma.
-¡Está bien, me has descubierto! Soy una fiera. Aún no he aprendido a llorar.
-Pues es importante aprender a llorar. No basta con no saber sonreír.
-Los dioses no lloran. Las fieras no lloran. Sólo los hombres lloran.
-Es importante convertirse en hombre.
-¿Para qué sirve un hombre?
-Un hombre no sirve para nada serio. Pero hace tiempo estuve por aquí y conocí a un  dibujante de corderos que sabía explicar bien las cosas a los niños.
-¡Has vuelto! Yo también recuerdo al aviador. Se fue camino de las estrellas. Dicen que llevaba en las manos el bozal que habías dejado olvidado. Nadie volvió a verle…
-Yo busco un dibujante de corderos.
-¿Necesitas un cordero?
-Necesito una flor.
-Entiendo. Imagino que…
-¡No entiendes nada! ¡No imagines nada…!
-Está bien. Tranquilo… buscaremos un pintor de corderos.
-Los dibujantes de corderos, ¿saben pintar flores?
-¿Qué pasó con tu flor?
-¿Saben dibujar flores?
-¡No sé si saben dibujar flores!
No sabes nada! ¡Eres un camarero… insoportable!
-¿Crees que puedes venir a mi planeta a gritarme? ¿No ves que soy una fiera? Si me provocas… ¡Oh, vamos…! ¿Por qué estás  llorando?
-Solo estoy un poco triste.
-¿Es importante estar triste?
-Es importante aprender a liberarse de los compromisos que has tomado como tuyos y no lo son.
-Eso es importante, pero no es posible. Si fuera posible, tú no estarías triste ni yo habrá dejado de sonreír.
-Ahora lo más importante es encontrar un buen dibujante.
-¿Qué pasó con el cordero?
-Una mañana, cuando desperté, no estaba.
-¿Y qué hiciste?
-Nada. No hice nada.
-Ahora háblame de tu flor.
-Tampoco estaba.
-Oh! ¿Quieres decir que...?
-No quiero hablar de eso…Mi flor ya no es mi flor. El cordero me la robó.
-Te escucho. Si quieres desahogarte…
-¿Por qué quieres verme llorar? ¿Acaso las fieras entienden las lágrimas?
-Las lágrimas ocultas no enternecen a nadie, pero las gotas de tristeza abiertas pueden enternecer a las bestias. Algún día los pintores de corderos aprenderán a dibujar dioses. Las fieras guardan las medidas de las cajas.
-¿Qué sabes tú de la tristeza líquida? ¡Mi flor se enamoró de un cordero!
-¡Y tú no hiciste nada!
-¿Qué  podía hacer? ¿Recuerdas la noche en que los quinientos millones de cascabeles se convirtieron en lágrimas?
-La recuerdo, porque esa noche no escuché la música.
-¡Pues yo me las bebí!
-Lo siento. Soy un egoísta. Me pides una sonrisa, me das tu estrella y yo te  vendo la mía y te regalo una lágrima salvaje.
-Tu trabajo es vender. Lo entiendo. Eres un poeta de negocios disfrazado de camarero inspirado.
-¿Sabes? No quiero que te marches triste. Me caes bien, principito. Por eso, quiero hacerte una promesa arriesgada: Cuando deje de ser una fiera, cuando haya evolucionado, aprenderé a pintar y dibujaré para ti la rosa más bella que jamás hayas imaginado. Porque no es justo que tenga que marcharse sin una flor quien vino regalando estrellas. ¡Mi verso será tu flor! Y pintaré un montón de pájaros suaves…
-¿Los pájaros se enamoran?
-No lo creo. Parecen listos…
-¡Mi flor no era tonta! ¡Yo la amaba! Ella me amaba…, antes de la llegada del invitado.
-Quiero decir que un pájaro no es lo mismo que un cordero. Un pájaro no corta una flor y se la queda. Los pájaros besan, se van, vuelven a besar. No matan lo que aman. No se enamoran. Solo aman.
-¿Tienen semillas las flores?
-Te pintaré una flor sin semillas.
-Mejor con semillas. Y sin  pájaros. No me fío de los pájaros suaves…, no me fío de los intrusos. En mi planeta no necesitamos corderos, ni pájaros, ni poetas…
-Pero no puedes estar solo. ¡Tampoco se puede llorar por una flor! Llévate también los pájaros. Entre todos no tendríais besos suficientes para  llenar  sus pétalos. ¿Acaso no es importante que una sola flor alumbre a todos los invitados? ¿Acaso podrías beberte toda la luz tú solo?
-Tienes razón. No podría. No sería justo. Me llevaré los pájaros… y las semillas. Y cuando haya aprendido  a perdonar volveré por un cordero.
Desde ahora, para no sufrir,  amaré a la flor tal y como me la han regalado,  pero jamás volveré a enamorarme de la rosa que yo he creado, porque no quiero volver a llorar. Ahora sé que amar es ganar y que solo pierden los que se enamoran. Y pierden porque hacen suyo lo que aman y luego no son capaces de desprenderse de aquello que no les pertenece.

 -Ahora debo seguir vendiendo cerveza. He de dejarte…
Recuérdame que te debo una flor…
-Esperaré a que termines de hacer cosas importantes…
¿Cuánto tarda un camarero en complicar las cosas  para que parezcan importantes?
-Creo que se tarda bastante menos que en aprender a dibujar. Es muy tarde y deberías irte. Los príncipes no pueden escaparse de los cuentos a la ligera y entretenerse charlando con poetas desconocidos, porque corren el riesgo de perderse y quedar atrapados en un paisaje equivocado.
Tú debiste reaparecer en África, bajo la estrella. Debes huir de cualquier camarero imaginario que pretenda desviarte del dibujo. Esta vez no escribiré a nadie diciendo que has vuelto  ni diré que te he visto. Si me oyen las personas mayores pensarán que estoy loco y que hablo solo. Las personas mayores lo captan todo y saben que  no estuve en África.
-Aquí en vuestro planeta, las prisas envejecen a los niños. Aún no ha germinado la semilla y ya se preparan para el tiempo  de la siega. Por eso  les asustan los dibujos de los corderos. Cuando uno se salta el jardín de las flores, cae en el desierto del miedo, donde las noches son larguísimas. No en todos los desiertos aparece un  guía que te lleve al pozo de agua viva, ni todos los mayores quieren ser llevados de la mano. Y cuando los amaneceres se retrasan diez minutos, se van los pájaros y todas las flores se marchitan. La ausencia de las puestas de sol endurece los corazones de los hombres,  se vuelven ciegos y, poco a poco se convierten en cacharros inservibles. Ni siquiera buscan agua para beber, prefieren  morirse por su cuenta y se alimentan de polvo y de restos de  sirenas muertas.
-No te quedes mucho por aquí. No dejes que las personas mayores re roben los sueños.  Si un día quieres volar, viene alguien de pronto y te dice   “Tú- no- eres- un- pájaro”, no le creas. Son crueles.
- Sí. Son muy crueles.
- Y tú lloras y preguntas… y para qué quiero los sueños, por qué me cortas las alas y por qué estoy en una jaula. Y ellos te dicen: “No estás en una jaula”, los barrotes que ves frente  a ti  están para protegerte de los leones que hay al otro lado. Y entonces  tú piensas que son ellos los que están dentro. Y te pones muy contento porque, si detrás de ti no hay barrotes, eso significa que estás en la parte de fuera y que llevas mucho tiempo siendo libre sin saberlo.
-Y cuando eres libre ya no te hace falta ser un pájaro…

 -Pero, ¿cómo sabes que las personas mayores no te engañaron? ¿Acaso has visto barrotes detrás de los leones? Y entonces corres, buscas una puerta por atrás y descubres que la salida es la entrada de otra jaula. Y es entonces cuando te conviertes en persona mayor y haces otro terrible descubrimiento: Que la libertad es el derecho al tránsito dentro del mismo laberinto entre jaulas conectadas…
-¡Y entonces necesitas otra vez ser un pájaro…!
Me estás aburriendo. ¡Eres tan pesado como la gente mayor…! Jamás podrás elevarte si no te vacías y aprendes a aligerar la carga hasta convertirte en la pluma que robaste a las golondrinas…
Será mejor que me vaya. Volveré por mi flor cuando estés más despejado… Te has hecho tan mayor…
Nunca olvides que me debes la sonrisa. Volveré, aunque tenga que cobrarla a plazos.

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Manuel Macho Cruz