Pido
perdón a Antoine de Saint- Exupéry, por haber tomado prestado un personaje de
su cuento.
-Si me das una sonrisa te regalaré la
mitad de las estrellas –oí decir a mi espalda-
-Si me enseñas a sonreír, seré capaz de venderte
la otra mitad -contesté sin saber quién era-
-Hola –dijo la vocecita-
-¿De dónde has salido tú? –Pregunté al
visitante-
-Te
lo diré si me dibujas una flor.
-Los camareros no dibujan flores.
-Al
verte de espaldas me pareció que dibujabas.
-Solo estoy escribiendo.
-¿Qué
escribes?
-Cosas. Escribo cosas.
-¿Es
importante escribir cosas? Creí que eras camarero.
-Bueno, a veces los camareros atrapan
pensamientos, se los guardan en los bolsillos y cuando tienen tiempo los
desarrugan, los ordenan, los adornan y creen que se convierten en poetas.
-¿Qué
son los poetas?
-Los poetas son como trozos dispersos de
dioses rotos y enfadados.
-¿Y
cuál es la diferencia entre los poetas y los dioses?
-Los dioses transforman a las fieras en
hombres, si se dejan domesticar. Los poetas convierten a las golondrinas sin plumas en pájaros
suaves…
-¡Qué
raro! ¿Quién desplumó las golondrinas?
-Haces muchas preguntas, estás alterando
mi poema y todavía no sé quién eres.
-Debe
ser complicado escribir un poema.
-Es fácil cuando se está cansado y se ha
perdido la sonrisa.
-Podrías
recuperarla si quisieras.
-A veces no se puede. A veces no se
sabe. A veces no te dejan.
Si soy como soy, se lo toman como
insulto. Si intento ser como quieren, creerán que les engaño. Si fuerzo la
sonrisa, soy un hipócrita. No se puede ser auténtico y tenerlo todo. Podrán
perdonarte que no sepas dibujar una flor, pero jamás comprenderán que tienes
derecho a ser como eres.
-Imagino
que para un poeta debe ser triste vender
cerveza.
-Es igual de triste que ver a un
camarero escribiendo un libro.
-Tus
clientes deben ser gente extraordinaria porque se necesita mucho arte para
querer a un antipático y desgraciado camarero durante veintisiete años…
-¿Les conoces?
Ellos vienen por cerveza y un bocadillo,
pagan y se van pronto para no
contagiarse.
-Aún así, son muchos años…
- ¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes?
-¿Quién
desplumó las golondrinas?
-¿Ves aquélla estrella?
-La veo. Yo estuve allí. Dime quién desplumó
las golondrinas.
-¿Por qué quieres arrancarme lágrimas?
-¿Por
qué quieres huir? He venido a desnudar tu alma.
-¡Está bien, me has descubierto! Soy una
fiera. Aún no he aprendido a llorar.
-Pues
es importante aprender a llorar. No basta con no saber sonreír.
-Los dioses no lloran. Las fieras no
lloran. Sólo los hombres lloran.
-Es
importante convertirse en hombre.
-¿Para qué sirve un hombre?
-Un
hombre no sirve para nada serio. Pero hace tiempo estuve por aquí y conocí a
un dibujante de corderos que sabía
explicar bien las cosas a los niños.
-¡Has vuelto! Yo también recuerdo al
aviador. Se fue camino de las estrellas. Dicen que llevaba en las manos el
bozal que habías dejado olvidado. Nadie volvió a verle…
-Yo
busco un dibujante de corderos.
-¿Necesitas un cordero?
-Necesito
una flor.
-Entiendo. Imagino que…
-¡No
entiendes nada! ¡No imagines nada…!
-Está bien. Tranquilo… buscaremos un
pintor de corderos.
-Los
dibujantes de corderos, ¿saben pintar flores?
-¿Qué pasó con tu flor?
-¿Saben
dibujar flores?
-¡No sé si saben dibujar flores!
-¡No
sabes nada! ¡Eres un camarero… insoportable!
-¿Crees que puedes venir a mi planeta a
gritarme? ¿No ves que soy una fiera? Si me provocas… ¡Oh, vamos…! ¿Por qué
estás llorando?
-Solo
estoy un poco triste.
-¿Es importante estar triste?
-Es
importante aprender a liberarse de los compromisos que has tomado como tuyos y
no lo son.
-Eso es importante, pero no es posible.
Si fuera posible, tú no estarías triste ni yo habrá dejado de sonreír.
-Ahora
lo más importante es encontrar un buen dibujante.
-¿Qué pasó con el cordero?
-Una
mañana, cuando desperté, no estaba.
-¿Y qué hiciste?
-Nada.
No hice nada.
-Ahora háblame de tu flor.
-Tampoco
estaba.
-Oh! ¿Quieres decir que...?
-No
quiero hablar de eso…Mi flor ya no es mi flor. El cordero me la robó.
-Te escucho. Si quieres desahogarte…
-¿Por
qué quieres verme llorar? ¿Acaso las fieras entienden las lágrimas?
-Las lágrimas ocultas no enternecen a
nadie, pero las gotas de tristeza abiertas pueden enternecer a las bestias.
Algún día los pintores de corderos aprenderán a dibujar dioses. Las fieras
guardan las medidas de las cajas.
-¿Qué
sabes tú de la tristeza líquida? ¡Mi flor se enamoró de un cordero!
-¡Y tú no hiciste nada!
-¿Qué podía hacer? ¿Recuerdas la noche en que los
quinientos millones de cascabeles se convirtieron en lágrimas?
-La recuerdo, porque esa noche no
escuché la música.
-¡Pues
yo me las bebí!
-Lo siento. Soy un egoísta. Me pides una
sonrisa, me das tu estrella y yo te
vendo la mía y te regalo una lágrima salvaje.
-Tu
trabajo es vender. Lo entiendo. Eres un poeta de negocios disfrazado de
camarero inspirado.
-¿Sabes? No quiero que te marches
triste. Me caes bien, principito. Por eso, quiero hacerte una promesa
arriesgada: Cuando deje de ser una fiera, cuando haya evolucionado, aprenderé a
pintar y dibujaré para ti la rosa más bella que jamás hayas imaginado. Porque
no es justo que tenga que marcharse sin una flor quien vino regalando
estrellas. ¡Mi verso será tu flor! Y pintaré un montón de pájaros suaves…
-¿Los
pájaros se enamoran?
-No lo creo. Parecen listos…
-¡Mi
flor no era tonta! ¡Yo la amaba! Ella me amaba…, antes de la llegada del
invitado.
-Quiero decir que un pájaro no es lo
mismo que un cordero. Un pájaro no corta una flor y se la queda. Los pájaros
besan, se van, vuelven a besar. No matan lo que aman. No se enamoran. Solo
aman.
-¿Tienen
semillas las flores?
-Te pintaré una flor sin semillas.
-Mejor
con semillas. Y sin pájaros. No me fío
de los pájaros suaves…, no me fío de los intrusos. En mi planeta no necesitamos
corderos, ni pájaros, ni poetas…
-Pero no puedes estar solo. ¡Tampoco se
puede llorar por una flor! Llévate también los pájaros. Entre todos no
tendríais besos suficientes para
llenar sus pétalos. ¿Acaso no es
importante que una sola flor alumbre a todos los invitados? ¿Acaso podrías beberte
toda la luz tú solo?
-Tienes
razón. No podría. No sería justo. Me llevaré los pájaros… y las semillas. Y
cuando haya aprendido a perdonar volveré
por un cordero.
Desde
ahora, para no sufrir, amaré a la flor
tal y como me la han regalado, pero
jamás volveré a enamorarme de la rosa que yo he creado, porque no quiero volver
a llorar. Ahora sé que amar es ganar y que solo pierden los que se enamoran. Y
pierden porque hacen suyo lo que aman y luego no son capaces de desprenderse de
aquello que no les pertenece.
-Ahora debo seguir vendiendo cerveza. He de
dejarte…
Recuérdame que te debo una flor…
-Esperaré
a que termines de hacer cosas importantes…
¿Cuánto
tarda un camarero en complicar las cosas
para que parezcan importantes?
-Creo que se tarda bastante menos que en
aprender a dibujar. Es muy tarde y deberías irte. Los príncipes no pueden
escaparse de los cuentos a la ligera y entretenerse charlando con poetas
desconocidos, porque corren el riesgo de perderse y quedar atrapados en un
paisaje equivocado.
Tú debiste reaparecer en África, bajo la
estrella. Debes huir de cualquier camarero imaginario que pretenda desviarte
del dibujo. Esta vez no escribiré a nadie diciendo que has vuelto ni diré que te he visto. Si me oyen las
personas mayores pensarán que estoy loco y que hablo solo. Las personas mayores
lo captan todo y saben que no estuve en
África.
-Aquí
en vuestro planeta, las prisas envejecen a los niños. Aún no ha germinado la
semilla y ya se preparan para el tiempo
de la siega. Por eso les asustan
los dibujos de los corderos. Cuando uno se salta el jardín de las flores, cae
en el desierto del miedo, donde las noches son larguísimas. No en todos los
desiertos aparece un guía que te lleve
al pozo de agua viva, ni todos los mayores quieren ser llevados de la mano. Y
cuando los amaneceres se retrasan diez minutos, se van los pájaros y todas las
flores se marchitan. La ausencia de las puestas de sol endurece los corazones
de los hombres, se vuelven ciegos y,
poco a poco se convierten en cacharros inservibles. Ni siquiera buscan agua
para beber, prefieren morirse por su
cuenta y se alimentan de polvo y de restos de
sirenas muertas.
-No te quedes mucho por aquí. No dejes
que las personas mayores re roben los sueños.
Si un día quieres volar, viene alguien de pronto y te dice “Tú- no-
eres- un- pájaro”, no le creas. Son crueles.
- Sí.
Son muy crueles.
- Y tú lloras y
preguntas… y para qué quiero los sueños, por qué me cortas las alas y por qué
estoy en una jaula. Y ellos te dicen: “No estás en una jaula”, los barrotes que
ves frente a ti están para protegerte de los leones que hay
al otro lado. Y entonces tú piensas que
son ellos los que están dentro. Y te pones muy contento porque, si detrás de ti
no hay barrotes, eso significa que estás en la parte de fuera y que llevas
mucho tiempo siendo libre sin saberlo.
-Y
cuando eres libre ya no te hace falta ser un pájaro…
-Pero, ¿cómo sabes que las personas mayores no
te engañaron? ¿Acaso has visto barrotes detrás de los leones? Y entonces
corres, buscas una puerta por atrás y descubres que la salida es la entrada de
otra jaula. Y es entonces cuando te conviertes en persona mayor y haces otro
terrible descubrimiento: Que la libertad es el derecho al tránsito dentro del
mismo laberinto entre jaulas conectadas…
-¡Y
entonces necesitas otra vez ser un pájaro…!
Me
estás aburriendo. ¡Eres tan pesado como la gente mayor…! Jamás podrás elevarte
si no te vacías y aprendes a aligerar la carga hasta convertirte en la pluma
que robaste a las golondrinas…
Será
mejor que me vaya. Volveré por mi flor cuando estés más despejado… Te has hecho
tan mayor…
Nunca
olvides que me debes la sonrisa. Volveré, aunque tenga que cobrarla a plazos.
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Manuel Macho
Cruz