Llovía
fuera.
Sentado
en su trono, de espaldas
a cualquier presencia,
Dios
se preguntaba con infinita tristeza
por
qué durante miles de años,
sus
mensajeros no habían conseguido
bajar
a la Tierra y llegar al corazón
de los hombres.
Cuando
se dio la vuelta
y
le preguntó al ángel guardián de turno
por
qué estaba distraído observando por la mirilla,
éste
le contestó:
Parece
que alguien llora
agarrado
al viento y a la niebla,
llega
exhausto y está desesperado;
en
la puerta hay un pájaro sin alas
que
dice llamarse Juan,
viene
solo y trae un mensaje para Ti…
-¿¡Quién de vosotros es Dios!? –irrumpió en la sala, con gran vozarrón, el enviado de los hombres-
m.m.c.