Como acababa de llegar de otro planeta y venía en estado
puro, quiso, antes de mancharse, dejar su currículum en la oficina de la
Honradez, pero debía estar cerrada o no la encontró. El caso es que se equivocó
y acabó dentro de una sucursal dependiente de la central de Corrupción. Al día
siguiente le llamaron, le dieron el manual de instrucciones y le contrataron
fijo. El extranjero se alegró de lo fácil que le había sido encontrar trabajo y
se dijo a sí mismo: “Bendito sea mi error”.
La moraleja de esta historia es que, a veces, una equivocación
tonta, te cambia la vida a mejor.
Nuestro protagonista, guiado por un ángel, sin proponérselo, más que un trabajo para comer, había encontrado la
gallina de los huevos de oro. Luego, nacieron los polluelos. Pero eso es otra larga
historia.
m.m.c.
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