Como
siempre, durante los cinco minutos interminables que duraba el acto sexual,
Elena solía distraerse observando los movimientos de la mosca sobre el techo
blanco.
Pero
aquella noche, por primera vez, debió perder la conciencia o la noción del
tiempo,
porque cuando abrió los ojos y descubrió el techo pintado de color azul con
estrellas
de colores, supo que aquél hombre, quien quiera que fuese, la había engañado,
de colores, supo que aquél hombre, quien quiera que fuese, la había engañado,
pues ella no
había visto ninguna mosca ni aquélla era su casa.
Todavía
aturdida, Elena regaló un suspiro al dulce amanecer,
buscó su ropa interior
bajo las sábanas húmedas y, mientras se vestía,
vio la nota con un número de teléfono colgada en el espejo…
m.m.c.
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