jueves, 12 de diciembre de 2013

FLECHAZO


Que era imperfecto, lo sabía de sobra.  ¿Y qué?
Ella lo aceptaba como era y no le importaba. Las deformaciones  que lo afeaban  eran compensadas con esas pequeñas cualidades y detalles que todas las mujeres adoran: Todo lo que ella se ponía, le parecía bien. Su manera de peinarse o de maquillarse… no le volvían celoso. Era infinitamente paciente y extraordinariamente compasivo.  Y  sobre todo,  a la hora de arreglarse, nunca le metía prisa. ¿Qué más podía pedir?
Por todas esas cosas, ella se enamoró de aquél espejo.

M.M.C.

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