Había
acudido porque le llamó poderosamente la atención el título.
Pero
hojeándolo, vio que el contenido le era
familiar y mientras escuchaba el discurso, se entretuvo ejercitando la memoria,
tratando de reproducir mentalmente el primer capítulo.
Cuando los cinco millones
de escritores, todos ellos coautores de
la obra terminaron la presentación, el lector presente, alérgico a la prensa y
a las cámaras, se marchó sin esperar a la firma de ejemplares. Ellos nunca le
perdonarían tal desplante. Era la primera vez que un asistente renunciaba a una
dedicatoria personal de puño y letra.M.M.C.
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