Obsesionada con la dieta, aquella mujer se juró a sí misma
que no pararía hasta obtener un cuerpo perfecto.
Era tal su amargura, que le daba vergüenza
salir a la calle con aquél físico…
Hasta que un buen día, no pudiendo soportarlo más…
se divorció de él
y se casó con el nutricionista.
M.M.C.
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