Hijo
mío,
en
esta tierra que pisas,
quien
no se espabila
y
aprende a ser bien manejado,
jamás
llegará a ser un buen pobre.
Las
cosas cambian, hijo mío.
En
mis tiempos,
para
acabar con los restos de comida
después
de la barbacoa,
los
ricos traíamos un pobre a casa
todos
los fines de semana.
Hoy,
masticamos un orbit.
M.M.C.
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